Un día en Estrasburgo

Segundo día de viaje y llegamos a Estrasburgo, la ciudad que me sorprendió por su encanto, por su mezcla de modernidad y antigüedad. La verdad, había visto alguna foto, pero no me esperaba que fuese tan bonita. Y su catedral… creo que es la más impresionante que he visto nunca, pero ya llegaremos a eso…

Salimos pronto de Mulhouse, a las 9 más o menos y para las 10 o antes ya estábamos en la Capital de Noel, así llaman a Estrasburgo, y no me extraña, es la ciudad más decorada y animada en navidad que he visto nunca. Teníamos todo el día para estar allí, pensé que iríamos justos de tiempo pero nos cundió bastante.

Qué hacer en un día en Estrasburgo?

Pues como siempre depende de las prioridades de cada uno, pero creo que es una ciudad bastante posible de ver en un día.

Aprovechamos que íbamos en el coche para ver dos parques que quedaban más alejados del centro. El primero fue el parque de las dos orillas ( Parc de deux rives). Aquí hay un puente que une Francia con Alemania, así que si te pones en el centro puedes estar en dos países a la vez. Nosotros no lo cruzamos porque nos habría hecho perder más tiempo, pero paseamos por la orilla francesa mientras veíamos enfrente el pueblo alemán de Khel. En el parque estábamos solos, no me extraña, hacía un frío que pelaba y estaba todo helado, menos mal que hacía sol.

De ahí nos fuimos al Parc de la Orangerie, un parque bastante grande que está junto al parlamento europeo. El parlamento lo vimos de pasada y de lejos, a mí la verdad que no me atraía nada, prefería pasear por el parque que además estaba precioso con todos los colores otoñales. Tampoco se veía mucha gente, así que se estaba genial.

Después del paseo cogimos el coche para ir al hotel y dejar las maletas. Como dije en el anterior post, está a unos 15 ó 20 min. del centro, solo tienes que seguir la orilla del río hasta que llegas a la Barrage Vauban (Presa Vauban). En realidad es un  puente cubierto que se utilizaba como presa, pues se cerraban las compuertas situadas debajo de los arcos del puente para inundar la parte sur de la ciudad y evitar ataques.  Se puede subir a la terraza desde la que se tienen unas vista espectaculares de los Pont Couverts. Estos puentes eran de madera y tenían un tejado en la época medieval, de ahí su nombre. Aunque ahora ya no lo están, no deja de ser una belleza . Solo con ver esta imagen puedes imaginar lo que te espera.

A partir de ahí empezamos a callejear. En vez de empezar por la zona de la Petit France, nos fuimos hacia el otro lado que también se veían calles chulísimas

Y encontramos el primer mercadillo, en la plaza St. Thomas donde aprovechamos a comer. Pedimos una ración de spaetzle, que es una pasta típica alsaciana,  una salchicha acompañada de unas tortas de patata y cómo no el vinico caliente. No sé que estaba mejor de todo. Qué bien comí.

Y ya con las fuerzas repuestas seguimos caminando y descubriendo calles, tiendas, decoraciones y mercados a cual mejor.

Entre los tejados sobresalía la torre de la catedral, y cuando entramos en la plaza y la ví me sentí tan pequeña. No es de extrañar porque la torre mide 142 metros.  Creo que es la catedral más grande y más bonita que he visto, y he visto unas cuantas. La pena fue que no pudimos subir a la terraza porque estaba cerrada por obras. El interior es también una maravilla, con vidrieras de los siglos XIII y XIV, y tiene un reloj astronómico en el que a las 12,30 todos los días desfilan los apóstoles por delante del Cristo.

En esa misma plaza, junto a la oficina de turismo se encuentra la casa Kammerzell, considerada la más bella de Estrasburgo. Fue construida en el siglo XVI por un comerciante de quesos y siempre ha pertenecido a mercaderes ricos.

La decoración de las calles, las tiendas y las casas es una locura, no se acaba nunca. No en vano la llaman la capital de navidad, y cuando estás allí entiendes por qué. No hay palabras para contarlo, lo mejor es verlo y vivirlo.

En la plaza Kléber, que es la más grande de la ciudad, hay un árbol en consonancia con la plaza, o sea, enorme. Una maravilla de luces cuando llega la noche.

En la plaza Gutenberg siempre hay un mercadillo dedicado a algún país europeo con productos de allí, este año tocaba Portugal. Otra cosa que no pasa inadvertida en esta plaza es su árbol azul. Muy cuqui 🙂

Otra zona imprescindible y muy pintoresca es la Petite France. Es un barrio en el que vivían los pescadores, molineros y curtidores, con casas de madera entramada de finales del XVI y XVII. También aquí hay un mercadillo en el que no faltan el vino caliente y las bredeles, típicas galletas de navidad.

No sé cuántas veces pateamos las calles y cada vez veías algo nuevo.

Al final cuando ya empezaban a cerrar los mercadillos nos fuimos a cenar. Como la calle por la que habíamos entrado nos pillaba de paso y habíamos visto varios restaurantes nos fuimos hacía allí. Entramos en Au pont St. Martin, junto al canal, de esos que tienen la terraza de madera encima del agua. El sitio es super acogedor, en madera, con buenas vistas. Pedimos sopa de cebolla, una tarte flambée y cerveza de navidad que está divina. Cenamos genial, entramos en calor y nos fuimos hacia el hotel. Aunque había poca luz y poca gente no daba sensación de inseguridad. Estaba todo tranquilo y el paseo se hizo agradable. Fue un día muy divertido en el que tuvimos de todo, naturaleza, ciudad, compras, y buena comida. Qué más se puede pedir?

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