El secreto mejor guardado de Paris

SABADO

Hoy tenemos una visita muy especial. Vamos a un sitio que descubrí por casualidad, no lo había visto en ninguna guía de viaje ni en ningún blog de los que había mirado, pero buscando unas localizaciones de la película de Woody Allen, Midnight in Paris, (que por cierto os recomiendo si no la habéis visto) encontré este fantástico sitio que no creía que existiera, creí que era una decorado sin más.

Os hablo del Musée d’Arts Forains. Un espectacular museo que nos enseña cómo eran las ferias y atracciones de la belle époque, es decir entre 1871 y 1914. Carruseles, casetas de tiro, máquinas de música, figuras de madera que adornaban las ferias y salones de baile itinerantes, los circos… vamos, un viaje a través del tiempo a un mundo de diversión y de elegancia.

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Realmente es espectacular, empezando por el lugar donde se encuentra ubicado. En el barrio de Bercy, en unas antiguas bodegas de vino construidas por un alumno de Eiffel, rodeado de árboles y vegetación podremos disfrutar de la mayor colección de atracciones de feria de Europa.

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Las visitas son guiadas, y hay que reservar obligatoriamente. A través de su web puedes hacerlo. La única pega es que las explicaciones son en francés, nos dieron un papel en inglés pero creo que se queda bastante corto. Yo que me defiendo un poco en francés iba escuchando, pero me enteraba de la mitad de las cosas, una pena porque parecía todo bastante interesante, pero claro, tenía que esforzarme mucho por entender lo que decían y al final me iba a hacer fotos o a ver las cosas para disfrutar de la visita.

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Estas barcas en su día fueron toda una novedad, porque hasta entonces solo se habían visto los carruseles que giraban, y de repente llegan estas barcas que se balancean hacía delante y detrás. Toda una atracción. De ahí viene el nombre de las “atracciones”.

La visita dura unas dos horas pero se pasan volando, porque además te dejan subir en algunos de los carruseles y jugar a “la course de garçons”, que es como las carreras de camellos que hay ahora en las ferias. Y yo que pensaba que era un invento moderno…

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Este carrusel era divertidísimo. Se acciona cuando todos empiezan a pedalear a la vez  y llega un momento que coge una velocidad increíble. Montar en estos aparatos que llevan tantos años funcionando, hechos de madera y latón, con la música que suena mientras giras y giras me pareció una experiencia de lo más divertida. De verdad que os recomiento este museo. Será que a mí me gustan mucho las cosas de otras épocas, pero disfruté como una enana imaginándome cómo debían ser aquellas ferias en las que a la gente todo le sorprendía, y en las que hoy me sorprendo yo de ver tanta belleza.

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Es una pena que las fotos no hagan justicia, porque al no poder usar flash para preservar todos los objetos salen bastante oscuras.

Junto al museo, hay un centro comercial , el Bercy Village, que ocupa los antiguos almacenes donde se vendía el vino. Nosotros no tuvimos tiempo de entrar porque en dos días la verdad es que vas muy justo, pero si vais con tiempo es un sitio un poco diferente para ver tiendas. Además hay bastantes restaurantes, así que puede ser una opción para quedarse a comer lejos del bullicio del centro de Paris.

Para llegar a ambos sitios  se puede coger la Línea de metro 6 y la 14, verde y morada respectivamente. Si cogemos la 6 tendremos que bajar en Bercy y atravesar el parque de Bercy, y si cogemos la 14 tenemos esa opción o bajar en la siguiente, Cour-St. Emilion que nos deja justo delante del centro comercial. Nosotros fuimos por el parque que al ser otoño estaba muy bonito, y porque nos venía mejor la línea 6, para no hacer tantos transbordos.

Al acabar la visita nos fuimos directamente al metro para ir a comer a otro sitio espectacular. Ya que el día anterior había salido mal lo de la Brasseria art nouveau, quise ir a comer a un sitio especial y de los varios que llevaba apuntados nos decidimos por Le Procope, que era el que nos pillaba mejor para llegar.

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Le Procope es el restaurante más antiguo de París, data del año 1686 y por allí ha pasado gente tan importante como Napoleón, Voltaire, Lafontaine… y ahora yo 😛 Saber que estaba comiendo en los mismos salones que hace siglos comieron importantes personalidades, subir la misma escalera que subirían aquellas damas dieciochescas con sus pelucas llenas de piojos…. me gustan los sitios con historia, que queréis que os diga.

Está la opción de comer el menú del dia por 21,50 €, pero quise darme el capricho y comer a la carta porque ya había visto algo que me había apetecido. La sopa de cebolla! Mmmmm, es que me encanta, y luego probé el «coq au vin», el pollo al vino tan típico francés. Buenísimo, y te llenas bastante, al menos yo, con lo que ya no tomé postre ni nada. Mi chico pidió también sopa de cebolla y unas carrilleras de ternera con salsa de parmesano y macarrones que es lo mejor que he probado en mi vida. Solo por ese plato volvería a Paris y a Le Procope.

Ojo con el agua! Normalmente te la sacan gratis, aquí nos preguntaron si queríamos agua aparte del vino y dijimos que sí pensando que sería la que te ponen gratis, pero en este caso era una botella de medio litro que nos cobraron a 5,30€. Si hubiésemos dicho que no supongo que habrían sacado la “carafe” que te ponen siempre porque en otras mesas la tenían.

Esto vale para cualquier restaurante, si quereis agua gratis teneis que pedir “une carafe d’eau”.

Cuando salimos de aquí nos fuimos a dar una vuelta por el Barrio Latino, que es donde se encuentra este restaurante, y de paso me compré un éclait de chocolate, mmmmm. No pude resistirme, qué bueníiiiiisimo estaba. Ahora mismo me comía otro…

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Y seguimos callejeando por el barrio latino hasta  llegar al Sena, al Louvre

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Fuimos a buscar otro de los pasajes cubiertos que empezamos a ver el día anterior. Atravesamos los jardines del Palacio Real y lo encuentras enseguida.

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Este es uno de los más grandes, mejor conservados y más bonitos. Las Galeries Vivianne fueron construidas en 1823, sus suelos de mosaicos, los techos acristalados y las gran cantidad de tiendas hacen que merezca la pena su visita. Al lado están las galerías Colbert, más pequeñas, pero también muy bonitas.

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Seguimos paseando por el barrio del Marais, atestado de gente ya. Las terrazas estaban llenas y había un ambientazo increíble. Queríamos sentarnos a tomar algo pero era casi imposible de tanta gente que había. Acabamos en un bar junto al Sena, frente a la Conciergerie, tomando un cóctel para aprovechar la happy hour. Suele empezar bastante pronto para los españoles, en algunos sitios a las 15h. ya empieza, y dura hasta las 18, algunos sitios hasta las 21h. Hay que fijarse en los carteles que la anuncian, merece bastante la pena.

De allí nos fuimos a ver Notre Dame. Queríamos subir a las torres pero al final se nos hizo tarde y ya habían cerrado. Empezaban a iluminarse ya las calles y todos los monumentos.

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Allí cerca cogimos el metro y nos fuimos al hotel para cambiarnos, quería ir al Moulin Rouge para verlo iluminado y hacerme una foto chulísima que copié de Majo, del blog El viaje de tu vida. Para variar había muchísima gente, la famosa rejilla que hay delante sí que sacaba aire esta vez, y claro, estaba llena de gente subida para hacerse fotos con los pelos hacia arriba. Yo pretendía que se moviese un poco la falda. Costó hacerla porque siempre salía alguien más, pero al final conseguí algo parecido a lo que quería.

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Estábamos tan llenos de la comida que no teníamos mucha gana de cenar, así que fuimos directamente a tomar algo. Había leído de un bar que parecía chulo, que tenía una habitación que semejaba un dormitorio, y te podías sentar en la cama, o en la bañera. Se llama Marlusse et Lapine. Es muy pequeño y tenía bastante gente. La habitación por supuesto estaba llena y solo la vi desde la entrada, así que nos sentamos en una mesa que había en la zona más estrecha del local. No se estaba mal, la música se dejaba escuchar pero una recomendación,  no pidáis el mojito!! Qué malo estaba! El peor que he bebido en mi vida. Si lo sé me pido una cerveza o algo menos laborioso.

Cuando salimos nos fuimos a dar una vuelta por la avenida Clychi y Pigalle. Compramos un crepe salado en un puesto que estaba abierto y nos lo comimos mientras veíamos todo el ambiente de la zona. Cabarets, sex shops, bares,tiendas de toda la vida, gente borracha… en fin de todo un poco. Y con este paseo tan lleno de contrastes finalizamos el día. Nos fuimos al hotel a descansar y preparar la maleta que mañana ya nos vamos .

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