Segundo día en Lisboa. Hoy vamos a visitar dos sitios muy diferentes entre sí, vamos a ir del siglo XVIII hasta el siglo XX en el mismo día y sin tener que fabricar una máquina del tiempo.
Nos vamos hacia la estación de Rossio y desayunamos en una pastelería cercana, ya sabéis que el desayuno no lo perdono jajaja, y con la tripa llena de pasteis de nata nos vamos a comprar el billete de tren. Dónde nos vamos hoy?
Vamos a visitar el Palacio de Queluz, un palacio precioso y que mucha gente no tiene en cuenta a la hora de visitar Lisboa, pero no saben lo que se pierden. Se nota que no es tan famoso o tan popular como los de Sintra por la cantidad de gente que hay. De las dos veces que he estado ninguna ha habido casi gente. Esta vez, quizá porque además era domingo, estuvimos casi solos. Una maravilla, porque te sentías como una reina deambulando por las habitaciones. Sueños de grandeza ;P
Cómo llegar al Palacio de Queluz
Como os he dicho fuimos en tren, es la opción más cómoda para mí, también llegan autobuses y por supuesto podéis ir en coche.
El tren es el de la línea Lisboa-Sintra que sale de la estación de Rossio, y bajáis en la parada Queluz/Belas, y desde allí hay que ir un trozo andando, como un kilómetro, pero no se hace demasiado largo. Creo recordar que está indicado, pero si no, preguntad que enseguida os guían.
Está abierto todos los días de 9 a 19h y la entrada cuesta 10€. En este enlace encontraréis toda la información.
Cuando llegas al palacio realmente crees que no vas a ver nada especial, una fachada de una planta pintada en color pastel y con grandes ventanales no da la sensación de un gran palacio, pero cuando cruzas la puerta es cuando te das cuenta de que estabas juzgando demasiado rápido.
Salas de estilo barroco, rococó y neoclásico, se mezclan con azulejos típicos portugueses dando un toque único a este palacio tan versallesco.
Aunque en principio se construyó como residencia de verano al final la familia real pasaba aquí largas temporadas, hasta que tuvieron que emigrar a Brasil en 1807 ante la llegada de los franceses.
Hoy podemos visitar grandes salones como el del trono, donde se celebraban bailes, cubierto de espejos y que recuerda un poco a los salones de Versalles, los aposentos del rey y de la reina, o la sala de los Embajadores.
Pero si hasta ahora hemos disfrutado esperad a salir a los jardines. Qué jardines! Pasear por aquí te da una tranquilidad… no me extraña que pasaran largas temporadas aquí porque desde luego es un remanso de paz.
Además no les faltaba detalle, tenían un canal recubierto de azulejos que llenaban de agua cada vez que les apetecía darse un paseo en barco. Este canal mide 115 metros de largo, y en la parte central existía una casa decorada con motivos chinos como era moda en esa época, llamada Casa China o Casa de Música, porque era donde la orquesta de la reina tocaba para ella las noches de verano. El canal se iluminaba con antorchas por la noche. Os imagináis una noche de julio navegando por el canal iluminado y escuchando la orquesta? Yo sí, y quiero ser reina también.
El pabellón del té, que hoy es el bar, donde preparaban meriendas.
Y hasta unas jaulas donde coleccionaban animales exóticos como leones, tigres y macacos. No eran caprichosos ni nada los señores.
Hay una gran extensión de jardines, decorados con fuentes, laberintos y figuras mitológicas, ya os he dicho que merece la pena una paseo por aquí y desconectar de todo.
Y ahora toca volver a la realidad, alejarse de esos años de lujo y opulencia y volver a la modernidad del siglo XX. Desde Lisboa cogemos el metro hasta el Parque de las Naciones, el recinto donde se celebró la expo 98, la Exposición Internacional de los Océanos.
Dejamos el metro de la línea roja en la impresionante estación de oriente. Nada que ver con lo visitado esta mañana. Todo modernidad, espacios amplios, acero y cristal.
Nada más salir encontramos el centro comercial Vasco de Gama, y enseguida la entrada a lo que fue el recinto de la expo, el Parque das Naçoes, impresionante lugar con arquitectura moderna, jardines por los que pasear que nada tienen que ver con los que hemos visto esta mañana, un jardín de agua con juegos interactivos, el teleférico y por supuesto el Oceanario.
El Oceanario de Lisboa es el más grande de Europa, y alberga 450 especies marinas. Aparte de los peces podremos ver nutrias, pingüinos y varios tipos de aves.
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La entrada cuesta 15€ los adultos y 9,90 € los niños mayores de 3 años y los jubilados. Es una visita muy amena que se puede hacer en unas dos horas, pero eso como siempre digo depende de lo que le guste entretenerse a cada uno.
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Pues allí echamos la tarde, entre peces, paseos y subir al teleférico empezaba a atardecer y la verdad es que se veía muy bonito desde allí, esas vistas con el famoso puente Vasco de Gama y el sol poniéndose.
Cogimos el metro para volver al hostal, nos cambiamos y nos fuimos a cenar. Este día nos decidimos por sentarnos en una terraza de la Plaça do Comerço que tenía buena pinta. Y desde luego nos salió redondo, y un poco caro también para lo que es Portugal, pero mereció la pena. El restaurante es el Museu de la Cerveja, hacen unos buñuelos de bacalao estupendos, y el resto estaba muy rico también. Encima tuvimos la suerte de que hacían un espectáculo multimedia en el que proyectaban imágenes en las paredes de los edificios acompañadas de música y estuvo muy chulo, la verdad. Yo no tenía ni idea de que lo hacían así que fue suerte y una sorpresa.
Pero aún nos faltaba la guinda del pastel para acabar el día. Quería ir a un local que llevaba apuntado que desde luego os recomiendo que no os perdáis. Se llama Pensao Amor, y como su nombre sugiere está ubicado en lo que fue un burdel. Las calles para llegar parecen muy chungas pero bueno, había gente. Estuvimos a punto de irnos y menos mal que no lo hicimos porque el local me encantó, de hecho volvimos otro día.
Tiene dos entradas, una por la Rua do Alecrim pero que no llama tanto la atención, la buena es la de la Rua Nova do Carvalho que es el portal de la casa. La escalera está llena de carteles pintados en la pared anunciando las señoritas y los shows que te esperaban arriba.
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El bar en sí, son los pisos donde estaba el burdel, y hay varias habitaciones, en una de ellas hay una cama donde poder sentarte a tomar algo, recordando los viejos tiempos de la casa. También encontraréis un pequeño sex shop en el que venden lencería erótica, libros y demás. En otra habitación hay una librería especializada en el tema, y por fin tenemos los salones decorados en rojo, como debe ser, y con fotos eróticas de varias épocas.
La música estaba genial, también tocan grupos en directo a veces, y lo que más me gustó fue sentarme en una mesa junto al balcón de la casa y ver la animación que había en locales parecidos de la misma calle en la que también hay peep shows .
Aunque pueda sonar un poco sórdido la verdad es que no es para tanto, no hay mal ambiente y la Pensao Amor para mí se ha convertido en un indispensable de Lisboa. Ya me contaréis que os ha parecido si vais. Para mí fue una buena forma de terminar el día.
Si os está entrando ya el gusanillo de visitar esta ciudad recordad que si reserváis hotel desde el enlace verde de la página de inicio a través de Booking os devolverán 15€ al finalizar vuestra estancia. Merece la pena no? 🙂
¡Qué curiosa la «Pensao Amor»! Me lo apunto para el próximo viaje a Lisboa.
Si si, apúntalo porque te va a encantar. 🙂