Hoy tenemos un día entero por delante, si ayer en una tarde vimos tantas cosas hoy promete ser intenso también. Qué bonito es Londres, volvería todas las veces que pudiera…
Decidimos empezar dando un paseo en barco por el Támesis. Aprovechamos para acercarnos a la Torre de Londres por el río en vez de coger el metro. Lo cogimos en la parada frente al Big Ben y nos dejó al lado de la Torre, y así pudimos ir viendo toda la panorámica de la ciudad a ambos lados del río. Se pasa un poco de frío, pero merece la pena el paseo. Bajamos y nos acercamos a ver la fortaleza por fuera. El problema de ir pocos días y con un presupuesto ajustado es que no entramos a ver ningún monumento, porque son caros, aunque hay webs donde conseguir descuentos, ya lo contaré en otro post, y además no queríamos aburrir demasiado al peque. Aún así, solo rodearla ya impresiona, al menos a mí me resultó espectacular, con sus fosos, sus torres, sus puentes, debía ser bastante tétrica cuando se utilizaba como prisión.
De ahí nos fuimos a un rincón que nada tiene que ver. Justo detrás de la Torre y dejando el puente a la derecha nos metemos por un callejón y salimos al muelle de St. Katharine’s. De repente es como si te hubieses teletransportado a un pequeño pueblo junto al mar. La verdad es que me pareció un rincón encantador y que no había visto en muchas guías. Es una lástima que el día esté tan nublado, porque cuando haya sol seguro que luce mucho más.
Salimos hacia el puente de la Torre de Londres y lo cruzamos. Y otra sorpresa! Nada más cruzarlo a mano izquierda hay una zona que en su día era industrial, y ahora todas esas antiguas fábricas y naves han sido rehabilitadas como viviendas. La zona tiene un encanto especial, a mí me gustó muchísimo, la verdad es que disfruté viendo como aprovechan y conservan todas esas construcciones, en las que se aprecian los grandes ventanales por donde descargaban los fardos, o mantienen los nombres pintados en la fachada.
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Volvemos a salir a la orilla y vemos la otra perspectiva del puente, y Oh sorpresa!, va a pasar un barco y lo están abriendo! No es una imagen que se suela ver mucho, pero mira, hoy hemos tenido esa suerte.
Seguimos andando y disfrutando del paseo por esa orilla, donde se mezclan edificios supermodernos como el ayuntamiendo y edificios más antiguos. Y andando andando llegamos al Borough Market, el mercado de alimentación más antiguo de Londres, data de 1756 y se sitúa debajo de las vías del tren. Después de la tranquilidad de las anteriores zonas entrar en esta bulliciosa calle es todo un contraste. Pero Londres es así, por lo que estoy viendo.
Con tanta comida nos ha entrado hambre, y ya que estamos aquí qué mejor idea que acercarnos al George Inn, en el 77 de la High Borough St., muy cerca del mercado aunque un poco escondido. Este pub data del año 1543 y fue reconstruido en 1676. Es la única parada de postas que queda original de la época medieval, así que como véis tiene historia. La parte de abajo son salas donde en su época la gente descansaba y tomaba algo, la parte de arriba, que ahora es el restaurante, eran los dormitorios. Aunque evidentemente no se conservan los dormitorios tal y como eran aún se puede apreciar la estructura de las vigas y como estaba dividido.
Tomar unas pintas y el típico pastel de carne en un sitio con tanta historia, y donde también acudían personajes como Dickens o Shakespeare, es una experiencia enriquecedora.
Con las pilas cargadas, y no sin antes volver a entrar al Borough Market a comprar unas apetitosas cookies que vimos antes, cruzamos el puente de Londres para llegar a la City. Espectacular zona donde se mezclan los monumentos más antiguos, las callejuelas y pubs con sus fachadas de madera, con los edificios más modernos, como la torre de Norman Foster. Realmente es una mezcla curiosa.
También me llamó la atención como la gente que salía de trabajar, toda trajeada, atestaba las calles con sus cervezas tamaño gigante en la calle que más parecía un sábado por la noche a la hora del botellón que una tarde de jueves a las cinco de la tarde.
Venga, salimos del mogollón y nos vamos por todas esas bulliciosas calles hasta llegar al edificio de la Bolsa. Aun siendo una calle llena de tráfico, de ruido y de gente no desaprovechamos la oportunidad de sentarnos frente al imponente edificio de la bolsa y compartir con otros miles de turistas la experiencia de estar ahí en medio viendo pasar los autobuses rojos, los taxis típicos y todo el gentío, mientras el peque corría a hacerse fotos con la figura de la oveja Shaun, que a estas alturas ya se había convertido en un juego más, porque la ciudad estaba llena de ellas.
Seguimos hasta St. Paul’s Cathedral, donde no podemos resistir la tentación de tumbarnos un rato en ese jardín con esa hierba fresca que decía venid conmigo!… Qué bien, un rato de relax, mientras los chicos se van a dar una vuelta y nosotras disfrutábamos de las vistas, del sol que ya había salido y de otro rincón de esta ciudad que nos está enamorando.
Toca ir hacia Covent Garden, yo tenía especial ilusión por si veía a James Bowen y el gato Bob, que no sé si os suena la historia, pero si no, os la cuento en otro post. Había muchos artistas callejeros, pero no tuve la suerte de verlos, por lo demás todo tiendas y restaurantes y muchísima gente, tampoco me llamó mucho la atención, la verdad, me gustó mucho más la zona de Neal’s Yard, que es una zona escondida junto a Covent Garden, pero cuando la encuentras es una explosión de color, de pequeñas callejuelas con terrazas, cafés y tiendas que otra vez más te hacen sentir que has cambiado de ciudad, esta vez para ir a un país de cuento.
Bajamos por St. Martin’s Lane, otra de las sorpresas, una calle con edificios de piedra y escaparates de colores, muchas tiendas, muy bulliciosa, donde igual encontrabas una fachada con un anuncio antiguo como una tienda de lo más moderna. Contrastes, una vez más.
Al final salimos a la plaza de St. Martin, donde se encuentra la iglesia St. Martin’s in the Fields, aunque ahora ya está desacralizada y funciona como bar, también hay una pequeña tienda con recuerdos bastante originales. Aqui aprovechamos para entrar al baño, y ver el suelo de la iglesia llena de lápidas mientras la gente toma sus cafés encima. También hacen conciertos por la noche a la luz de las velas. Original.
Nos vamos hacia Picadilly, y aquí nos separamos. Los chicos se van a cenar y al hotel mientras nosotras nos vamos a hacer un sueño realidad. Vamos a ver El Fantasma de la Opera!! Qué ganas teniamos, sobre todo mi hermana, que hasta se emocionó cuando se vio sentada por fin en el teatro. Qué decir. Espectacular. Nunca había visto un musical con la orquesta tocando en vivo, la puesta en escena era impresionante, las voces de los cantantes te ponía los pelos de punta. Literalmente. Yo desde luego lo recomiendo, este musical en particular y cualquiera en general. Aunque estuvimos sentadas en la parte de más arriba, se veía bien y se oía perfectamente. Hay q tener en cuenta que las entradas a estos espectáculos son bastante caras si las coges muy cerca del escenario, pero esta era asequible, creo que nos salió por unos 40€. A mí me daba miedo no ver bien, pero salí encantada. Seguro que cuando vuelva repito.
Y después de esto, nos fuimos a tomar una sidra a un pub para pasar la pena de que hubiese acabado tan pronto y ya nos fuimos a descansar. Mañana más…