11 de septiembre
Volvemos a despertarnos pronto, da gusto levantarse así y sin despertador, recogemos las maletas y todo y volvemos a cargar el coche. Desayunamos algo de lo que nos queda del super, y nos vamos a visitar otra maravilla de la naturaleza. Hoy es el turno de Bryce Canyon. Creo que después de Monument Valley fue el parque que más me gustó.
Presentamos el pase en la entrada y ya se empieza a ver el color rojizo de la tierra en contraste con el verde de los árboles. Bryce Canyon en realidad no es un cañón, porque no se ha erosionado por un río que lo atraviese, sino por la acción del viento, el agua y el hielo. Forma un gran anfiteatro de columnas o chimeneas llamadas hoodoos. Su nombre viene del primer pionero que fue a explorar esa zona con intención de criar ganado y ver si se podía vivir allí, el mormón Ebenezer Bryce. Los mormones fueron los primeros en habitar esta zona a finales del siglo XVIII.
Dejamos el coche en el primer parking que hay, el del mirador Sunset Point. Desde allí es donde se tienen las mejores vistas de los hoodos y de la forma de anfiteatro. Si allí ya empecé a flipar con el paisaje no sabía lo que me esperaba.
Desde este primer mirador se empieza un trail sencillo, el Navajo Loop, que nos baja hasta las entrañas del parque. Es espectacular ir bajando entre esas rocas, viendo cómo crecen árboles de manera que parece imposible ahí en medio y sentirte tan pequeña mirando hacia arriba.
El paisaje es una maravilla, y si encima por el camino te encuentras ardillas que se acercan a pedirte comida mejor todavía . Qué graciosa cuando se acercaba y se ponía de pie a ver qué caía. Le dimos un trozo de fresa de las que llevábamos en la mochila y bien a gusto que se la comía la tía 😀 .
Seguimos el camino y fuimos descubriendo paisajes cada vez más espectaculares.
Cuando llegamos arriba otra vez, salimos por Sunrise Point, paramos en un banco a comernos las fresas, no sé si son las mejores que he comido, pero si las que me he comido con mejores vistas.
Volvimos al parking a por el coche y ya se estaba llenando de gente. Lo bueno de ir tan pronto es que al menos por un rato puedes estar sin agobios.
El resto de miradores los fuimos haciendo en el coche, sigues la carretera y te va indicando diferentes puntos para parar. Aunque las vistas son muy parecidas merece la pena llegar hasta el final, pero eso ya depende del tiempo que tenga cada uno. Si tenéis que elegir os recomiendo el Natural Bridge, una roca erosionada en forma de puente que hace el paisaje más original.
Después de verlos todos llega la hora de irnos. Hemos pasado una mañana estupenda haciendo caminatas y disfrutando del paisaje, pero ya empiezo a notarme mareada y necesito comer. A mí es que me baja la tensión a veces y necesito comer algo, y en ese momento estaba que hasta me dormía, así que dije, para en el primer sitio que veas que den de comer. Me apetece pizza, pero lo que haya que estoy que me caigo. Y oh milagro! Vemos un restaurante de estos de carretera que pone Pizza, bien grande. No me ha pasado nunca pero debe ser como ir por el desierto y encontrar un oasis. Paramos, me daba igual cómo estuviera, necesitaba comer.
El sitio es sencillo, con sus mesas de bancos altos, muy típico. Pedimos la bebida, siempre es lo primero que te piden y te sirven y luego ya vienen a ver qué quieres comer. Nos traen la cocacola y me la sacan en esos vasos de plástico rojos que he visto en miles de pelis. Y yo encantada de la vida. Se puede ser más tonta? Emocionarse porque te pongan un vaso rojo de plástico que has visto en las películas?! Pero es que estoy disfrutando todo tanto, me gusta tanto todo lo americano, o casi todo, y estoy viviendo mi propia peli con decorados auténticos 😀
A todo esto, la pizza buenísima, la típica de masa gorda y con pepperoni. Me supo divina.
Seguimos camino, entonces empiezo a ver unas casas rodeadas de jardines muy monas. Bajamos a hacer unas fotos y empieza a gotear, así que seguimos, pero al girar la calle me encuentro la típica calle principal con casas de ladrillo y tiendas de pueblo y digo, voy a parar! Esto hay que verlo!
No he dicho que íbamos de camino a Las Vegas y teníamos cuatro horas de viaje por delante, la idea era ir del tirón, pero no pude reprimirme y paré.
El pueblo en cuestión se llama Panguitch, está a media hora escasa de Bryce Canyon y me gustó muchísimo, aunque solo paseáramos por Main Street.
En 1864 llegaron los primeros pioneros que tuvieron que soportar las grandes nevadas y el ataque de los indios unos años más tarde. No fue hasta 1899 cuando la ciudad se consolida como tal. Los edificios que vemos datan de esa época, la mayoría construidos con ladrillos rojos fabricados en esa zona, es un negocio local por lo visto. Este pueblo al principio se llamaba Fairwiew, pero le cambiaron el nombre a Panguitch, una palabra india que significa “big fish”, por la cercanía al lago donde se pescaban grandes peces.
Entramos en una tienda de antigüedades de la que me habría llevado la mitad de las cosas, hay un dinner muy auténtico, y tiendas de ropa de cowboy. Los auténticos sombreros de vaqueros los vendían aquí, y me llamó la atención que eran durísimos. Claro, si lo piensas, tienen que ser como un casco si vas a caballo no?
Para rematar el momento veo un gatico muy parecido al mío. No puedo resistirme a los gatos y cuando estoy fuera como echo tanto de menos al mío aún me resisto menos. El pobre viene pidiendo comida, pero no llevamos más que unos panes de pita. Le doy y se los come con un ansia el pobrecico que para qué. Me sigue pidiendo, le doy más, me quedo agachada con él y entonces me mira, me pasa la cabeza por la rodilla como dándome las gracias y sigue comiendo. Ayyyy, me lo hubiese llevado porque era una monada y el pobre estaba por la calle solo. Me dio una pena dejarlo… Yo es que me los llevaría a todos a casa, pero bueno.
Lo bueno es que aquí todo lo que ves es de verdad. Esta diligencia no es una reproducción como las que ves en Port Aventura, aquí estamos en el Oeste de verdad, todo son antigüedades, no es un decorado. Cómo estoy disfrutando!! Lo he dicho ya? 🙄
Ahora sí, hay que seguir, no quería llegar muy tarde a Las Vegas aunque tenemos margen porque al llegar se retrasa la hora. Entraremos en el estado de Nevada.
Voy conduciendo por esas carreteras y voy encantada viendo los paisajes, esos campos infinitos, las carreteras rectas, los camiones, las vacas… No hay detalle que no me enamore.
Antes de llegar a Las Vegas tuvimos un susto. Tomad nota para que no os pase lo mismo, aunque nosotros mira que lo sabíamos y nos pasó. Habíamos echado gasolina, pero este coche consume tanto que de repente vimos que íbamos en reserva. Nos falta un buen trozo para llegar y no hay gasolineras cerca. Ya me veía en medio del desierto de Nevada tirada y pidiendo ayuda, yo no hacía más que pensar en cómo íbamos a salir de allí. Vamos despacio para gastar menos y nos adelantan hasta los caracoles, cuando por fin veo en el gps que nos acercamos a una gasolinera. Creíamos que no íbamos a llegar, pero sí. La gasolinera en cuestión se llama Love y tiene corazones como logo. No sabía si íbamos a echar gasolina o a un puticlub, pero desde luego el nombre no pudo ser más acertado cuando la encontramos. Menudo susto! No os fieis de que os dure la gasolina, que luego las distancias son muy largas y te quedas tirado por menos de nada. Ya no nos volvió a pasar, escarmentamos bien jajaja.
Y por fin se empieza a ver el tráfico de la ciudad, las carreteras que se cruzan como un scalextric, el sol se está escondiendo y las luces empiezas a encenderse. Siii, esto es Las Vegas, baby!
Parecía que habíamos llegado muy bien, íbamos al Flamingo pero el hotel al que nos lleva el gps no es el que he visto yo. No sé cuál he puesto pero desde luego no es ese, creo que hemos entrado por Fremont y toda la parte antigua. Ahora tenemos que cruzarlo todo para llegar al hotel. Qué caos! Qué horror! Y Qué calor hace aquí! Después de venir de días donde todo era tranquilidad y naturaleza empiezo a agobiarme un poco. Me siento tan cateta en este sitio tan grande…
Para aparcar el coche una odisea. No hay sitio para aparcar, evidentemente, y paramos en una zona en un lateral del hotel donde hay taxis y coches privados con chófer, pero no hay donde dejarlo y ahí se queda mientras vamos a hacer el cheking y preguntar dónde está el parking. Hacemos la cola, no esperamos mucho y nos atiende una chica, en español, que es de agradecer, y nos dice que la habitación que hemos pedido con una cama extragrande no la tienen disponible, que nos da una con dos camas. Vale, nos da igual, pero al subir nos damos cuenta que la mayoría de gente va para pisos altos y a nosotros nos ha tocado el 5º. En la habitación la ducha sale con poca fuerza, no hay nevera, que no sé si tenía que haber pero es que en el pasillo vimos que habían sacado una de una habitación, se oye el ruido de la calle a pesar de ser ventanas que no se abren. Antes de salir se lo comentamos a la chica de recepción, y nos dice que si queremos mañana envía a alguien por la mañana, entre las 10 y las 12. Vale vale. Yo paso de estarme toda la mañana esperando, si no nos cambian de habitación pues ya me ducharé con menos agua, me da igual. Por cierto, el parking hay que pagarlo aparte, pero como no hay sitio para aparcar por allí no queda otra. Está en un edificio detrás del hotel.
Y por fin salimos a ver la ciudad del pecado. No me extraña que la llamen así, aquí ves de todo. Mi primera impresión, no sé si porque el hotel no era lo que me esperaba, aunque no estaba mal eh?, o porque venía de sitios muy tranquilos, fue de agobio total. La primera noche no la disfruté mucho, pero luego le cogí el gusto y no me quería ir.
Cenamos en una calle al lado del hotel en el Fish&chips de Gordon Ramsay, me hacía gracia probarlo, y la verdad que no me gustó mucho, bastante aceitoso estaba, pero como tenía hambre entró bien. Dimos una vuelta y nos fuimos pronto a dormir, la verdad es que entre la paliza de viaje y que nos habíamos levantado pronto estábamos cansados.
Al día siguiente empezaré a descubrir esta ciudad que poco a poco me fue cautivando.
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